Mopongo
Eso lo sabe el más lerdo
El primo de Zumosol
Donde dije digo...
DE NUEVO LA BANANA
«Gente gorda»
EL DIPUTADO ERREJÓN
¡Oh, tú!, Amnistía
A Sísifo
De tomates, y otras frutas y hortalizas
¡Qué dura es la vida!
DESARME, ALTA VELOCIDAD Y…SUS CONSECUENCIAS
DINKS
Calafatear
Las elecciones y el «Efecto Casandra»
«Hasta el último ucraniano»
De Odiseo a Proserpina
A la Bandera le da igual
As bestas
El Día de la Marmota
«Cambalache»
Los Reyes Magos y el anarquismo
¡Si hubiéramos ganado el Mundial!
Acción de Gracias
Fútbol y Derechos Humanos
¡Oiga, yo ni un duro…!
Querido Pablo
Los Cinco
Unidas...ya no Podemos
Proponer o no proponer...
El cencerro
La V invasión vikinga
El Metaverso
Transporte público
El Silbo gomero
El Emérito ¡eh!
Vaya racha
El faltoso
Un pelotón de soldados
No a los polvorones
Voluntad de Vencer
Habitación “suite”
Efecto Tanxugueiras
No queda, solo hay fila quince y detrás de la columna.
La "mesa" de Putin
Ponnos un güisqui
FILOMENA: EL FIN DE UN MITO
EL NEGOCIADOR QUE LO NEGOCIE...
NO SE PREVIÓ
FISCALIDAD PROGRESIVA
No sé cuál de los dos socios de Gobierno, habrá sido el que haya dicho (o está a punto de decir): “Tenemos que hablar”. Y ya saben que cuando se pronuncia esa frase en la pareja, se avecinan problemas. Yo creo que la va a decir Pablo. Lo digo porque, si recuerdan el abrazo que ambos se dieron y que quedó como imagen icónica del Pacto de Gobierno, fue Pablo el único que abrazó de verdad. Pedro se dejó querer, pero abrazar…
Y es que a los hombres nos cuesta mucho abrazar, salvo entre amigos, donde el abrazo no es solo un gesto de cariño, sino de demostración de fuerza: hay un choque entre los dos cuerpos, golpes en la espalda y zarandeos frecuentemente acompañados de insultos cariñosos como: “Cada día estás más calvo, maricón”, o “Vaya tripa que has echado, cabronazo”. Cuando dos tíos se “elogian” de esa manera puede usted estar seguro de que se aprecian de verdad, y de que su lealtad es eterna.
No hubo nada de eso en el abrazo del Pacto. Aquel fue un abrazo de amantes; un abrazo en el que una parte se entregaba incondicionalmente a la otra, pero en el que ni tan siquiera las manos intentaron luego bajar al culo, tal y como hacíamos en mi juventud cuando bailábamos “lo lento”, y que hubiera sido, al menos, garantía de que había un interés mutuo en el Pacto. Fue, como digo, un abrazo de amor platónico, en el que lo material se excluía. Un amor que, en el fondo, una de las partes sabía no correspondido.
Estas cosas se las cuento a ustedes, sin embargo no las vayan contando luego por ahí.
Suscríbete a mi canal y te informaré cada vez que publique un artículo, no utilizaré tu email para ninguna otra cosa.