¿ERASMUS AFRICANO?

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Dice el ministro de Exteriores, Borrel, que lo que hay que hacer para atajar el problema de la inmigración es crear una “especie de Erasmus africano”. Vaya por delante que a mí Borrel me parece una persona seria y responsable, claro que  el mejor escribano echa un borrón.

Lo del “una especie de Erasmus” no es, por otra parte, nada nuevo. Roma ya utilizaba este tipo de políticas con los pueblos que conquistaba, especialmente con los que habían sido díscolos en exceso a la hora de dejarse conquistar.

Una vez pacificado el territorio y las correspondientes tribus, mandaba a los hijos de los jefes locales a “estudiar” a la ciudad eterna con dos finalidades: que los jefes estuviesen tranquilos sabiendo que sus hijos eran rehenes del Imperio, y la más importante, y que aquí hace al caso salvando las distancias,  romanizarlos confiando en que a su regreso impulsaran lo aprendido en sus respectivos pueblos.

Esto, a Roma le salió unas veces bien y otras mal, ya que en ocasiones los educandos, cuando egresaban, decían que  a la tribu que volviera Rita (me refiero a la cantaora, por supuesto), que a la orilla del Tiber se vivía muy bien. En otras ocasiones volvían, sí, pero apenas olían de nuevo a choto, se olvidaban de las termas y los Juegos y utilizaban lo aprendido para revolverse en contra del antiguo invasor.

Es muy difícil generalizar a la hora de determinar todas las causas que impelen a una persona a dejar su casa, su familia, su entorno y partir hacia lo incierto en una aventura que con frecuencia les cuesta la vida. Pero creo que podríamos ponernos de acuerdo si afirmamos que todos buscan acceder a una vida mejor que la que tienen, más segura. Es decir huyen de la violencia que es ejercida sobre ellos de diferentes formas. Y ahí es donde, desde mi punto de vista, el ministro yerra en su análisis, porque si huyen de un entorno hostil (en la mayor parte de los casos muy hostil), ¿cómo pretendemos que regresen después a él? Lo primero que se requeriría para que regresaran y pudieran aplicar lo aprendido es que ese entorno fuese seguro. Esto nos lleva a otro de los mantras que se manejan con excesiva alegría para aportar soluciones al problema: la actuación en origen. Lo habrán oído ustedes muy a menudo: lo que hay que hacer es actuar en origen. Muy bien, perfecto ¿y qué es lo primero que hay que hacer si queremos actuar en origen? crear un entorno seguro ¿y cómo se hace eso? Pues…sí, ha acertado usted, normalmente desplegando una fuerza armada, pero no aviones o barcos, no, no, infantería de la de toda la vida. La cosa empieza a complicarse, porque puede ser que a los gobiernos (o milicias, o bandas, o mafias…) de esos países, por muy inseguros que sean, no les haga mucha gracia que despliegue una fuerza multinacional y los correspondientes “asesores” que les digan lo que tienen que hacer (antes se llamaba colonialismo) si quieren que haya inversiones que creen trabajo y la correspondiente riqueza (ya doy por supuesto que no les volviéramos a robar).

Y usted me dirá: bueno, pero todo eso se podría hacer ¿no? Sí, efectivamente, hacerse se podría hacer, pero los despliegues en zonas hostiles tienen un pequeño inconveniente: a veces hay enfrentamientos y muere gente, generalmente soldados.

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