Bien lo diga Agamenón,
o lo diga su porquero,
delegar no es transferir:
eso lo sabe el más lerdo.

Y aunque lo afirme Marlaska
en la mitad del albero,
o lo diga el sursuncorda
yo no puedo estar de acuerdo.

Una transferencia es
—por poner algún ejemplo—
pagar un piso con cargo
al general presupuesto
para alojar a la novia
del jefe de un ministerio.
dejando claro y patente
que transferimos dinero.

Y cosa muy diferente
—del modo que yo lo veo—
es delegar competencias
exclusivas de un gobierno
en un mindundi que le hace
la función de mamporrero
y vestido con corbata
va ajustando presupuestos,
y repartiendo contratos,
con sospechas de cohecho
aunque haya sido un «hacha»
despedazando maderos.

Se ha transferido la deuda
—con más o menos acierto—,
y ya todos respiramos
porque en desigual empeño
unos pocos consiguieron
cambiar de cesto los huevos.

Y esta mañana de marzo
aprovechando el revuelo
que formó en la Casa Blanca
ese loco que anda suelto,
desde Waterloo proclaman
que ha «delegado» el gobierno
decidir si en Cataluña
se quedan blancos o negros.

Delegar no es transferir:
eso lo sabe el más lerdo.