Jil Love ha protagonizado esta semana una noticia haciendo una performance a favor de su “república catalana”. A mí, como performance, me parece un poco floja, que quieren que les diga. La república, en sus diferentes alegorías, siempre ha sido mucho más pujante, y Jil, o Jordina – como prefieran – parece la libertad de una republiqueta de colegio de pago, o como mínimo concertado. Comparen ustedes si no, a Jil con la Libertad del conocido cuadro de Delacroix. ¡Dónde va a parar!, no hay color. Y eso que las dos revoluciones, la de 1830 y la de las sonrisas, tienen mucho en común. Detrás de ambas estaba la burguesía y ambas también, pretendían cambiar un rey por otro: los gabachos querían quitar a Carlos X y poner al Rey burgués, Luis Felipe de Orleans y los indepes quieren quitar a Felipe VI y poner al que les vaya viniendo bien en cada momento.
Más allá de la distribución de las fotos de los “internos” a lo largo y ancho del cuerpo de Jil, que también habría tela que cortar en ese asunto, me voy a quedar con los mensajes de las pegatinas: “Freedom means choice”: (La Libertad significa escoger). ¡Ah! escoger. Yo siempre trato de escoger, sobre todo en el restaurante, cuando ponen esa bandeja de postres para que cada uno vaya sirviéndose según sus gustos. Yo intento escoger los pedazos más grandes. No siempre lo consigo. Y es que como dice el guion de la serie Merlí – de Netflix, por supuesto – por boca del profesor de filosofía, “La libertad no es escoger un camino, sino rebelarse contra todos los que quieren imponerte uno”.
Aunque la frase es demagógica donde las haya, hay que reconocer que tiene su puntito, sobre todo, como en el caso de la serie, para personas de dieciséis años, y que tiene además un sabor como a Brave Heart, con Wilian Walace arengando a los escoceses en la batalla de Stirling. Pero nosotros, que ya peinamos canas, sabemos que eso de escoger un camino suele estar lleno de matizaciones que van mucho más allá de las frases épicas. Como también sabemos que la batalla de Stirling la ganaron los escoceses, no por demostrar un desmesurado valor en el combate, si no por una serie de casualidades – cosa bastante frecuente en las guerras – entre otras que el ejército inglés se metió hasta los corvejones en una zona pantanosa.
La otra pegatina “Spain is pain”, busca la cacofonía, pero parece que, según los que manejan un inglés superior al mío (yo tengo el nivel aeropuerto), no demasiado correcta. Pero en fin ahí está: España es una molestia, un dolor, un engorro… España da pena.
No cuela Jil, lo siento. Al igual que tampoco cuela tu burda performance de pretendida desnudez, que ni siquiera tiene el valor de mostrarse como tal, con orgullo, como hace la Libertad de Delacroix, y tiene que recurrir al truco para autocensurarse y mantener las buenas formas que exige tu revolución burguesa.
No ganareis la batalla de Stirling, a no ser que el ejército inglés se empantane de nuevo.