Ha quedado un poco disminuida de su inmensa relevancia la Mesa de Negociación de España – Cataluña. ¿España – Cataluña? Bueno, no se enfaden; de unos y otros, de estos y aquellos…yo que sé.
Pero así son las cosas del directo, que no deja hueco para lo verdaderamente relevante y se entretiene con los virus y otras zarandajas. No se inquieten con lo de la Mesa: no llegará la sangre al río. Si ustedes no saben cómo funcionan estas cosas, yo se lo explico.
Inicialmente, el primer día de la primera Mesa, acuden los Jefes, cada cual con su séquito. Todo es buen rollo y los ministros y ministrillos, los consejeros y consejerillos, se afanan por protagonizar – en la Mesa – algún instante de gloria que los sitúe aunque sea “de fuentes bien informadas” en el Telediario, merced a alguna idea “imaginativa”. No se acuerda nada, – realmente no era ese el objetivo – pero ambas partes se comprometen a un calendario de mesas, a las que ya no acudirán los Jefes, cuyas graves responsabilidades les impiden estar a todo.
Y ahí empiezan los problemas, ya que cuando no está el Jefe, el encargao le dice al otro encargao que… eso tiene que consultarlo.
Así que, al acabar la reunión, los encargaos van a ver a los Jefes y les cuentan:
– Pues han dicho que…
– ¡Pero cómo que han dicho! ¿No habíamos quedado en qué…?
– Ya, pero es que…ahora dicen que…
– Ni hablar, por ahí no paso, pues solo faltaba. Si quieren pongo yo también la cama…
Esto, queridos lectores, es aplicable a la parte contratante que ustedes quieran. No vamos a discriminar a nadie.
Realmente, nosotros somos más de barra de bar que de mesa. Como mucho de taburete y mesa alta, pero que se pueda levantar la voz y pedir: ¡Pepe!, ponme otra caña. Y si no queda más remedio que sentarse formalmente, que la mesa sea camilla y con brasero. ¡Ay! si las mesas camillas hablaran.
Luego, pasado un tiempo prudencial, los Jefes acuden de nuevo a una Mesa. Regresa el buen rollo y los Jefes muestran su extrañeza y su disgusto por el hecho de que los encargaos hayan sido tan torpes e incapaces de ponerse de acuerdo. Los encargaos se cabrean por lo bajo; pero amigo, estamos hablando del cocido. Así que a tragarse la bilis.
Menos mal que están allí los Jefes para engrasar de nuevo la maquinaria y que esta gire. Porque de eso se trata fundamentalmente, de que gire.