Una característica de los populismos, de la índole que sean, es la de ofrecer soluciones fáciles a problemas complejos. Esto no es nada nuevo, pero sí demasiado identificable. Quizá por eso sorprende que se siga utilizando.
Hoy en el Congreso, el diputado Rufián, hacía gala de un populismo barato esgrimiendo soluciones populistas para un problema tremendamente complejo como es la Crisis que ha puesto patas arriba a la Nación. Entre otras medidas Rufián ha propuesto reducir en un 40% el presupuesto de Defensa y trasvasarlo a Sanidad. Además de retirar el contingente militar que la ministra Robles ha puesto en apoyo de la Crisis, porque ¿para qué sirven los militares en una crisis sanitaria? La pregunta retórica, me recuerda una ocasión en la que como consecuencia de una grave crisis humanitaria, se propuso enviar un portaaviones de la marina de EE.UU. Un político torpe y poco instruido, preguntó – con autosuficiencia – para que servía un buque de guerra en una crisis humanitaria. Tuvieron que mandar callar al almirante cuando comenzó a enumerar las capacidades de su buque para atender a los problemas derivados de la situación.
Los ejércitos no son ni mejores ni peores que otros colectivos que están trabajando, incansablemente, en la lucha contra el coronavirus. Son complementarios. Aportan una organización permanente, rígida en su estructura y muy flexible y versátil en su utilización.
No hace demasiado tiempo se redujo de una forma notable en algunas Comunidades Autónomas, el presupuesto – entre otros – de Sanidad. Entonces pareció a algunos una medida razonable, ya que venían mal dadas económicamente; pero claro ¿quién iba a pensar qué…?
Imagino que si en vez de una crisis sanitaria entrásemos en guerra, el diputado Rufián propondría reducir el presupuesto de Educación o el de Sanidad (al fin y al cabo los que van a morir son soldados profesionales).
Quizá, el diputado Rufián, debería leer a Spengler y reflexionar sobre uno de sus aforismos más conocidos: “Al final, a la Civilización la salva siempre un pelotón de soldados”. (La Decadencia de Occidente, Oswald Spengler).