Una de las ventajas de la prejubilación, es que el día a día adquiere una gran flexibilidad. Así que hoy, seis de febrero de 2017, decidí retrasar mi hora habitual de incorporación al gimnasio, y me preparé un café un poco más largo de lo normal para sentarme frente al televisor. Sintonicé ARV y me dispuse a contemplar el desfile del expresidente Mas y las exconsejeras Ortega y Rigau desde el Palau hasta el TSJC.
La cosa empezó bien, con un discurso institucional del Presidente Puigdemont, que tirando de hemeroteca revolucionaria emuló a Emiliano Zapata y gritó, poco más o menos, aquello de: “prefiero morir de pie que vivir arrodillado”; al Che también se le atribuye con frecuencia su utilización. Claro que Zapata y Che Guevara cuando se venían arriba acojonaban un poco más.
El desfile me pareció bien. Creo que hubo una estudiada puesta en escena y que se cuidaron los detalles, lo cual es importante. Hasta el viento ayudó un poco y enredó la bandera nacional del TSJC con la europea, dejando flameante la cuatribarrada en una metáfora inigualable ante la que resultaba inevitable no emocionarse.
Lo de llegar tarde, bueno que quiere que le diga: eso no está bien; al juzgado se llega a su hora. Sirva en su descargo que con tanto funcionario que se cogió el día libre, a lo peor algunos servicios municipales o autonómicos no funcionaban del todo bien.
Pero lo que eché de menos en el desfile, y me extrañó porque creo que Mas es un hombre culto y de sublimes gestos, fue la ausencia del siervo que al igual que en los desfiles triunfantes de la antigua Roma, se situaba en la cuadriga detrás del general victorioso y además de sujetar sobre su cabeza la corona de laurel, le susurraba al oído continuamente: “recuerda que eres mortal”. Y es que los romanos se tomaban muy en serio que a los generales que volvían a Roma victoriosos no se les subiera el pavo; tanto es así que los dejaban desfilar, pero les obligaban a dejar sus tropas fuera de las murallas por si las moscas. Bien es verdad que lo de hoy no era exactamente una victoria ¿o sí? Al fin y al cabo se pasó por debajo del Arco de Triunfo; pero no es menos cierto que los nacionalistas catalanes no se caracterizan por celebrar victorias, más bien celebran derrotas. (Otro día hablaremos de los pueblos que celebran las derrotas en vez de las victorias).
En fin que creo que no hubiera costado mucho y que hubiera quedado… bonito. Ya si se quiere entrar en detalles, la triunfal corona podía haberse sustituido por una barretina y el “memento mori” pronunciado, por supuesto, en catalán.