Hay un proceso que se enseña, se practica y se cuida especialmente en los ejércitos: es todo lo relacionado con el cumplimiento de las órdenes. Se dedican muchos años a perfeccionar dicho procedimiento para que sea lo más eficiente posible; pero Mandar es difícil, muy difícil. Solo los que no han ejercido dicha tarea – o la han ejercido mal – tienden a banalizarla y, a menudo, confunden la Acción de Mando con el hecho, simple y ramplón, de ordenar y ser obedecido.
El asunto no es fácil de resumir en unas líneas, pero por aproximarnos un poco al proceso, digamos que cuando se le da una orden a un subordinado, se le dice “qué” debe hacerse, pero sí, además, se le dice “cómo” debe hacerse, el subordinado tuerce el gesto y normalmente contesta: “dígame lo que hay que hacer que de “cómo” hacerlo ya me ocupo yo”. O sea, subraya su profesionalidad recordándole al jefe que la lealtad le obliga a confiar en que será capaz de realizar correctamente la tarea encomendada.
Sin embargo, lo más relevante del proceso es que el jefe, al que el subordinado no deja interferir en la ejecución de la tarea, sigue siendo responsable de la misma. Es decir: no puede desentenderse de ella o aducir en su descargo que el ejecutante se equivocó o lo hizo mal. Esa “libertad de acción” del ejecutante tiene un límite señalado por una obligación inherente también a cualquier acción de mando: vigilar el correcto cumplimiento de las órdenes. Si el jefe comprueba que durante el desarrollo de la tarea los errores son patentes y ponen en peligro la correcta ejecución de la misma, debe intervenir.
Sánchez les ha dicho los presidentes de las autonomías que hagan de su capa un sayo para controlar la Pandemia. Y el caso es que es comprensible desde un punto de vista humano, ya que, al igual que si de adolescentes se tratase, utilizaron en demasía el “tócame Roque, no me toques Roque”, y eso acaba desesperando a cualquiera, pero es inadmisible desde su responsabilidad como presidente de España. Cabe entonces preguntarse: ¿es consciente Sánchez de que los errores – si los hubiere – de aquellos a los que él llama sus cogobernantes, son también su responsabilidad?; ¿o cree que el hecho de traspasarles la forma de ejecución de las tareas para contener la COVID 19 lo exculpa y exime de cualquier responsabilidad? Claro que, ahora que caigo, no tiene por qué saberlo, porque Sánchez no hizo la mili y como dijo Aristóteles (seguro que no fue el único): “Para saber mandar es imprescindible saber obedecer”