Ayer se despidió del Congreso el vicepresidente Pablo Iglesias. La cosa no salió exactamente como el preveía, ya que la fecha que le hubiera gustado para cortarse la coleta era la del 14 de Abril, ya saben, por lo de la república y todo eso. Pero bueno, no se puede tener todo.
Se fue atacando: eso está bien. Es lo que hay que hacer siempre que uno se ve acorralado. Yo creo que incluso me hubiera puesto para ese día una camiseta del Che, aunque lo de atacar cuando uno está acorralado no esté en la mejor tradición guerrillera, ya que como aclaraba Galdós en sus Episodios Nacionales “Los guerrilleros no se retiran, huyen, y el huir no es vergonzoso en ellos”. El caso es que con su tono profesoral (un politólogo amigo mío que asistió a sus clases en Somosaguas dice siempre que su soberbia intelectual era insufrible), amenazó a Teodoro García Egea, pero ¡ay!, Teodoro está curtido en el combate, no en vano fue campeón de lanzamiento de huesos de aceituna en Cieza, y le respondió con aquello tan castizo de “Tanta paz lleves como descanso dejas”. Pablo no se amilanó y tiro de épica a lo Braveheart: “Porque fueron, somos. Porque somos serán”. ¡Qué gran Comandante hubiera sido Pablo! Lo de comandante tampoco es casual. Aunque les extrañe a ustedes los empleos militares también están sometidos a cierta discriminación. Por ejemplo, general es de derechas, pero comandante es de izquierdas. Cosas de la gramática, que decía Paco el Bajo en Los santos inocentes.
La marcha de Iglesias provocó aplausos en su bancada y alguna lágrima en los ojos de la ministra de Trabajo. Yolanda Díaz es gallega; tierra a la que me unió mi mujer y que amo profundamente. Y hablando de ella sería apropiado utilizar la expresión de Miguel Miura en Sublime decisión, de ¡Vaya gallega!
Pero… ¿Porque lloraba la ministra? Cerca de la aldea natal de mis suegros en el municipio de Fonsagrada, está La Puebla de Burón, cuna de la familia del inmortal Forges, que se ufanaba de su título de Señor de La Puebla de Burón. Hoy es una aldea, pero en su día fue la capital del municipio de Burón, entonces asturiano, hasta que en 1833 la reordenación territorial de Javier Burgos, secretario de estado en el gobierno de Cea Bermúdez, se lo adscribió a Lugo. En fin, cosas de la gramática. En, A Pobra de Burón (usando el topónimo gallego), se contaba una historieta de la que no doy más fe que la de haberla escuchado. Sebastián, el hijo de un lugareño llamado Manuel, había sido llamado a quintas y su padre lo despedía en el aveiro de la casa con lágrimas en los ojos. Un vecino que contemplaba enternecido la escena, le pregunto a Manuel si lloraba porque su hijo se iba al Servicio y Manuel le respondió: no, lloro por si vuelve.
Estas cosas se las cuento yo a ustedes pero luego no las vayan pregonando por ahí.