La silla vacía: En recuerdo de Pepe Fuster

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Hoy está tu silla vacía, compañero,
y  no sabemos bien cómo llenarla.

Nos falta tu romana cabeza,
tu caminar lento, tu templanza.
Nos falta tu reflexión sincera,
tu sonrisa y tu palabra.

Nos sobran la nostalgia de tu ausencia
y tu muerte inesperada.
Nos sobra, también, el momento cruel de tu partida:
la trágica estampa.

Y echando cuentas, compañero,
cuadrando lo que sobra y lo que falta,
hallamos que aún nos queda tu recuerdo
para desequilibrar el fiel de la balanza.

Camina, pues, despacio, amigo mío.
No hay tiempo que te obligue esta jornada.
Y a la sombra de aquel olmo
que anuncia desde lejos la vaguada,
descansa.

Luego, cuando cruces el Ponto
y atraques en el Hades con tu barca,
escribe, y dinos si es verdad
que hay mujeres bailando desnudas en la playa;
que allí  el sol nunca se pone y que el agua
sabe a miel y a malvasía.

Sé paciente, como sólo tu paciencia sabe serlo,
porque llegaremos un día, al fin, hasta tu casa;
y cuando entremos en tropel, como una harka,
cuando robemos la fruta de tu huerto
mientras tú con sarmientos haces brasas,
cuando estemos de nuevo todos juntos,
será el tiempo de echar el arroz.

Pero hoy…hoy está tu silla vacía, compañero
Y no sabemos bien cómo llenarla.

 

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