As bestas

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Ha sido la gran triunfadora en la edición de los Premios Goya 2023. La película As bestas ha «arrasado» con nueve goyas. No soy crítico de cine, por lo que no puedo juzgar los aspectos técnicos, pero como mero espectador, desde que la vi me pareció una gran película. Es verdad que juego con la ventaja, a la hora de juzgarla, de conocer de primera mano el mundo rural de la «Galicia profunda».

La película se disfruta más si entiendes el gallego y el francés, y no necesitas recurrir a los subtítulos, ya que, sobre todo en gallego, hay giros y expresiones coloquiales difíciles de traducir. Con lo que no estoy muy de acuerdo es con la denominación de «western gallego» con la que se refieren en algunos medios a la película. Porque, si bien el planteamiento y el nudo de la trama, admitirían la analogía, el desenlace no. El western, en general, al menos el clásico, plantea siempre una resolución de los conflictos, un desenlace, que se justifica sobre la base de valores arraigados en la sociedad norteamericana. En ese sentido, la venganza queda legitimada por la inacción de la autoridad. Es decir, en As bestas, la  tibia intervención de la Guardia Civil ante las amenazas y agresiones que sufren Antoine (el francés) y su mujer, Olga, y el posterior asesinato de éste, hubiera provocado que ella, o su hija, cogieran una escopeta y se liaran a tiros. Sorogoyen, sin embargo, enfatiza la actitud racionalista de Olga, enfrentándola incluso a la de su hija, que, en una escena vibrante, le reprocha a su madre su empeño en permanecer en la aldea.

El hecho de que la historia esté basada en hechos reales y la forma de narrarla, catapulta su credibilidad. Independientemente de lo que genera el conflicto (en la película son los aerogeneradores —los molinos—, y en la realidad primero fue un tema de aprovechamiento de la riqueza maderera del monte y después los molinos), a cualquiera que conozca la situación de abandono de muchas de las aldeas de Galicia, le resultará muy fácil sumergirse en el argumento.

Por otra parte, la interpretación de Luis Zahera (Xan), me parece soberbia. Las escenas en el pequeño bar de la aldea, donde da rienda suelta a su rabia contra un mundo que lo ha maltratado, que lo mantiene «prisionero» en una vida que no quiere, y hace responsable «subsdiario» de ello a Antoine, es simplemente magistral.

Finalmente, desde mi punto de vista, la carga sociológica de la película «cabalga» sobre el thriller, superándolo y lo utiliza para exponer una realidad quizá no demasiado conocida: la de la  inmensa mayoría de las aldeas de la Galicia interior, que están condenadas a su desaparición, y no tardando mucho. Es un mundo que agoniza; un mundo de muy baja productividad, abandonado por unas autoridades hipócritas, que sólo esperan a que se extingan sus últimos moradores y dejen de generales gastos.

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