El negociador que lo negocie, buen negociador será.
El historiador ateniense Tucídides, (460 – 396 a. C.) narra un diálogo entre emisarios atenienses y representantes de Melos, una pequeña Ciudad-estado que Atenas quería anexionarse. En dicha “Mesa de Diálogo”, los atenienses, ante las protestas de los melios, les explican que no están interesados en determinar si su propuesta es correcta o incorrecta, o si se atiene, o no, a derecho. Sus intereses se limitaban a: “lo que es conveniente, puesto que las razones de derecho intervienen cuando se parte de una igualdad de fuerzas, mientras que, en caso contrario, los más fuertes determinan lo posible y los débiles, lo aceptan”.
El diálogo de Melos, en el que los atenienses mantienen la idea de que una necesidad natural provoca que el fuerte domine al débil, refleja lo que se ha denominado la Teoría de la Imagen del Poder: el poder depende de cómo un Estado (o un individuo) es percibido por los demás. Si la percepción es fuerte, es fuerte, si se lo percibe débil… A los atenienses les sirvió como excusa para conquistar Melos, ya que su mera independencia era un signo de que Atenas no tenía poder suficiente para conquistarlo.
Aquello acabó mal. Los atenienses dieron muerte a todos los melios en edad adulta y redujeron a la esclavitud a los niños y las mujeres.
Hoy, afortunadamente, se negocia de otra manera: o quizá no. Claro que yo creo que los melios no hubieran tentado a la suerte con una provocación, como sí hizo ayer Pere Aragonés retirando la bandera de España durante su intervención. Esa provocación, que no deja de ser en sí misma ridícula, ya que se aproxima más a una falta de educación, seguro que hizo las delicias del independentismo más paleto, y fue encajada como un gancho de izquierda por Pedro Sánchez; pero a los melios les hubiera costado un disgusto. Seguro.