No entiendo a qué viene tanto jaleo con el precio de la luz. Yo hace ya tiempo, que le pedí a mi cuñado que me “enganchara” al contador del vecino, y me va de maravilla. ¿Fraude? No señor, no. Se llama fiscalidad progresiva.
Mi vecino gana más dinero que yo. Tiene una casa mejor que la mía; un coche último modelo automático que casi no le cabe en el garaje, y siempre está alardeando de sus viajes, sus restaurantes de estrellas Michelin y dándome la brasa con el maridaje de los vinos, que es cuando el vino lo pagas a tres veces su precio de bodega porque “marida” con el chuletón, que también lo pagas como si fuera de la última vaca del planeta. Que conste que yo esto del maridaje, que quieren que les diga, lo veo un poco heteropatriarcal. Porque, a ver, ¿Por qué marida y no mujera? Y es que lo del lenguaje inclusivo no es ninguna tontería: no señor. Es un paso más en la elaboración del discurso político que confirma que lo importante no es el fondo, sino la forma. No lo que se diga, sino cómo se diga.
Pero volviendo al asunto de la luz, tengo que decirles que no tengo ningún cargo de conciencia. Porque no se crean que lo hice a escondidas: no señor. Lo hablamos como personas civilizadas y él, mi vecino, estuvo de acuerdo. Lo único que me pidió es que no pusiera demasiado el aire acondicionado. Lo cual me parece muy razonable por su parte. Su mujer, al principio se puso un poco de uñas, porque tiene un carácter…delicadito, pero luego ya entendió que era razonable y que incluso les daba un cierto estatus de solidaridad entre los demás vecinos de la urbanización.
Si es que todo es cuestión de hablarlo. Ahora estoy con la factura del agua.