He estado un poco vago, lo reconozco. Mi último artículo publicado en el Blog, es del nueve de septiembre del año pasado: eso es mucho tiempo; y ni siquiera tengo la excusa de haber cogido la COVID —afortunadamente—. Me ha rondado, eso sí, y en una ocasión en la que tuve mucha fiebre y me dolía la garganta, me dije: ¡ya está, ya lo he trincado! Pero no, resultó ser una infección de las de toda la vida, que resulta que ahora eso es sanísimo. Llamas al médico y te dice: ¡nada hombre, no se preocupe!, beba mucha agua —ellos dicen hidrátese, pero es lo mismo; lo digo porque una tía mía, cuando el médico le decía que se hidratara, se metía en la bañera—, pero por aquí no se le ocurra aparecer ¿eh?
En mi descargo debo decir que he escrito bastantes relatos: algunos buenos y otros…una mierda, para que nos vamos a engañar. Eso sí, mi amigo Richard se ha currado un blog nuevo chulísimo, muy profesional, y le estoy muy agradecido por ello.
Desde septiembre, pues ya sabe usted: unas navidades atípicas —por segunda vez—, y un ir y venir de normas y contra normas. Pocos países habrá donde nos guste tanto hacer normas para no cumplir ninguna. Dieron normas los jefes de portal, los conserjes de los colegios, los alcaldes pedáneos, los ayuntamientos, las comunidades autónomas, hasta el Estado se atrevió a dar alguna, pocas eso sí, no vaya a ser que lo acusen de meterse donde no lo llaman, que ya había quedado muy escaldado la primera vez con tanta comparecencia, tanto uniforme y tanta estadística.
Inventamos cosas como el “Pasaporte COVID”; y cuando llegabas al restaurante el camarero, muy serio, te decía: “¿Tendrá usted el Pasaporte COVID, no? Entonces tú te ponías muy nervioso, porque una cosa es que te pare un policía, que a eso sí que estás acostumbrado y no te impresiona, y otra que el camarero te amenace con dejarte sin cenar. Así que empezabas a buscar el teléfono móvil, pero te lo habías dejado en el coche; se lo pedías a tu mujer (pareja, para los de siempre) y ella empezaba a buscar en el bolso. Al final te ibas al coche, que tardabas menos, y cuando volvías ya estaban todos con las cañas y mirando la carta, porque había salido el dueño del bar y le decía al camarero: “pero hombre, si son clientes de toda la vida; perdonar, que es que el chico es nuevo.”
Bueno, la carta…esa es otra: todo Dios haciéndole fotos al “cuadradito” e intentando leer lo que hay para cenar; porque ahora ya no es de mala educación sentarse a la mesa y empezar a consultar el móvil:
— ¿Qué haces?
—No, estoy mirando el código “Q”.
— ¡Ah, claro! Perdona, perdona.
Y eso, aunque no nos demos cuenta, es más grave de lo que parece, y acabará con una de las mayores capacidades que tienen los camareros españoles: ser capaces de retener los cafés de todos los comensales, sin anotar ninguno. ¿O es que antes no se sabía usted los números de teléfono de la familia y los amigos íntimos? Algunos (género neutro) retenían especialmente estos últimos. Acabaremos pidiendo la comanda directamente por el móvil a la cocina del restaurante, y si no al tiempo.
Desgraciadamente, siguieron muriéndose muchas personas: demasiadas; y tuvimos que aguantar “en vivo y en directo” a payasos que hacían poca gracia, pregonando insensateces. Dejamos de aplaudir a los sanitarios y empezamos a montar pollos en la puerta de los centros de salud, y es que de todo se acaba cansando uno. Los jóvenes —ya hace tiempo que no me atrevo a concretar el rango de edad—, siguieron haciendo lo que saben hacer: divertirse y decir aquello de “solo se vive una vez” y en algunos casos resultó ser verdad.
Y aquí estamos, en 2022. ¿Cómo dice? ¿De política? Bueno, mire a cada cual lo suyo. Del presidente Sánchez se podrá decir muchas cosas, pero creo que desde el Protectorado, España no conseguía ampliar su territorio, y aquello, acabó como acabó, así que, aunque ha sido a costa de mucho sufrimiento, en la isla de La Palma tenemos unas cuantas hectáreas más. ¡Oiga!, que pillaba el Falcón y se iba cada dos por tres a ver como crecía la Fajana.
Y es que, tal y como se han puesto las cosas, tener un terrenito, donde uno pueda hacerse una casa y huir “del mundanal ruido” no es baladí; y hasta la generación “Z” empieza a preguntar: “¿Oye, cómo se llamaba el pueblo aquél donde vivían los abuelos? ¿Allí no teníamos una casa?
Por si fuera poco —y ya voy terminando—, resulta que lo que creíamos congelado seguía solo “frío”, y la amenaza de una nueva guerra se cierne sobre el horizonte más próximo. A lo largo de la Historia, los ejércitos no siempre llegaban a combatir. A veces, se enfrentaban, en el sentido más literal de la palabra, y eso era suficiente para que uno de los bandos desistiera. Otras veces, lamentablemente no, y si creían que tenían posibilidades de ganar…
La capacidad de disuasión, se basa en la percepción de la amenaza por el oponente. Es decir: lo que tu crees que el otro te puede llegar a hacer si os liais a garrotazos, y aunque esté manido, el latinajo procede “Si vis pacem para bellum”, porque lamentablemente, o no, sigue plenamente vigente. Los rusos despliegan y la OTAN despliega también. Esperemos, por el bien de todos, que no se pase de ahí y que, como en los documentales de la 2, los machos alfa se limiten a berrear, bramar, barritar etc. etc., y uno de los dos acabe por abandonar.
En lo personal, he “perdido” hace unos días a un buen amigo, con el que hablaba de estos y otros asuntos y cuando ya concluíamos que el mundo no tenía remedio, nos pedíamos un güisqui.
3 respuestas
Joder Luis, te has dejado a las Tanxugueiras y a la del pecho estilo Delacroix poniendo la guinda folclore/comedia nacional. Venga ese güisqui. Salud
Muy bueno!! Y gracias por lo que a mi me concierne. Con mucho gusto lo he hecho
Ya era hora de que retomaras tu actividad y compartieras tus relatos. Ya sabes, para que unos disfrutemos leyendo, otros han de escribir algo antes. Muchas gracias.