Probablemente haya usted oído hablar del Metaverso. Y para no parecer que no está usted on line, haya seguido la corriente de la conversación, procurando que no se notase mucho que no tiene ni idea de qué coño es eso del Metaverso. No se preocupe, forma usted parte de una mayoría abrumadora. Pero, a estas alturas de la película, es difícil inventar conceptos nuevos. Otra cosa es que se expongan los antiguos como si acabaran de salir del horno de las ideas.
El Metaverso, en definitiva, lo virtual, lo que no existe pero usted cree que sí porque lo percibe como tal, se definió ya hace muchos, muchísimos años; concretamente allá por el siglo IV a C.
Como su perspicacia le habrá indicado, me estoy refiriendo a Platón y su Mito de la Caverna. Tranquilo, no se preocupe y siga leyendo, porque, no voy a ponerme estupendo exponiendo, aquí y ahora, la alegoría. Pero, en esencia, son la misma cosa. Con medios distintos, si se quiere: Platón lo explicaba como las sombras que resultan de la luz de unas antorchas y el Metaverso se percibirá con unas supergafas que nos envolverán en la virtualidad.
Sin embargo, la parte mollar del asunto sigue siendo la misma: que usted acepte como real, aquello que no lo es. Esto nos lleva a otra teoría cuyas consecuencias están íntimamente relacionadas con lo que acabo de exponer: el Teorema de Thomas, que, en esencia, dice que «si se percibe un hecho como real, será real en sus consecuencias». Ambas teorías, no solo se necesitan, sino que se complementan. Y el resultado puede que nos guste demasiado; tanto que se convierta en algo a lo que sea difícil renunciar.
Vivir una vida —otra vida— a través de un avatar (objeto final del Metaverso), relacionándonos con otros avatares para tener experiencias cuasireales, puede resultar muy tentador. No olvidemos que el objetivo último de toda esta ingeniería social es convencernos de que nuestra vida es —en general— demasiado sencilla, simple si se quiere; y que solo a través de todo aquello que la potencia llegará a ser una vida merecedora de ser vivida.
Una vez «enganchados», el abandono momentáneo del Metaverso y el contacto con la realidad, puede ser terrible: devastador. Y como yonquis de ese nuevo universo virtual, no querremos sino regresar a él.
Por supuesto, todo esto no será gratis. Como en cualquier feria, usted y yo, pagaremos por subirnos al tiovivo y si queremos que vaya más deprisa (más vivo), tendremos que pagar más.