(07/01/2021)
Los códigos de justicia enjuician hechos, no hechos que potencialmente se pudieran haber producido; y seguro que eso debe de ser así. Pero los legos, por serlo, tenemos más dura la mollera y nos cuesta aislar los hechos probados de las consecuencias que de ellos pudieran derivarse. Banalizando sería aquello de: “Ya sé que no, sin embargo y si sí”.
Ayer, mientras salíamos al contenedor de cartón a tirar los envoltorios de unos Reyes un poco tristes, Trump el presidente de los EE.UU., alentaba a los suyos a “apretar”, y los suyos, claro, le obedecieron y apretaron: ¡Vaya que si apretaron! Más allá del bochorno de ver asaltado el Congreso de la “capital del Mundo Libre”, cuatro personas han perdido la vida; una de ellas en directo, cosa que las televisiones, cuidando siempre de no herir nuestros sentimientos y de paso dictando aquello que debe escandalizarnos o no, anticipaban hoy con la frase de: “Les advertimos que son imágenes muy duras”, y eso lo dicen sin empacho después de poner una película, serie o lo que sea, en la que aparte de violencia, sexo explícito, drogas y alcohol no busque usted nada más porque argumento, lo que se dice argumento…no hay.
La estética de los conflictos ha evolucionado a la par que lo ha hecho la sociedad. Esa estética hace que lo que se conoce como respuesta proporcionada haya adquirido una importancia capital. Únase a ello que hoy ya no hay acciones anónimas: todo queda registrado, si no es por un móvil será la cámara fija de un banco o de una tienda de electrodomésticos, o un dron que casualmente sobrevolaba la zona. Sin embargo, los detonantes que hacen crecer en espiral un conflicto y convierten la algarada callejera en una nueva toma de la Bastilla, siguen siendo igual de imprevisibles. Basta un instante, un chispazo, una acción aislada en la que el Pueblo, al oír el castizo grito de un Blas de Molina cualquiera: “¡Traición! ¡Que nos lo llevan! Se lanza contra el francés y se lía la del Dos de Mayo, o, en este caso, la del seis de Enero.
Si no fuera por los cuatro muertos, lo de ayer sería casi chusco, especialmente por algunos de los protagonistas que parecían sacados de la serie de Daniel Boone (solo los educados en el tardofranquismo la recordarán). Pero el caso es que, chusco o no, el “Pueblo” se paseó a sus anchas por donde le dicen siempre que reside su soberanía pero nunca le dejan entrar (Bueno, aquí en España, una vez al año y encima le dan a uno un caldito).
Por otra parte, reconforta ver que los congresistas yankees son como los demás, y al primer disparo buscan la desenfilada de escaño. Digo esto porque el cine americano nos tiene demasiado acostumbrados al héroe-presidente, que igual pilota un caza contra los invasores alienígenas, que lucha en solitario contra una peligrosa banda de terroristas que ha secuestrado el Air Force One.
Quiero imaginar que la Justicia, aunque solo juzgue hechos, tiene más que suficiente para exigir responsabilidades a quien corresponda. Lo contrario sería situarse en una óptica muy en boga hoy día, en la que, como al final no pasó nada, nos situamos en la estupidez del conductor que tras un grave accidente sufre por el coche destrozado, obviando que podía haber muerto.