En la cima del Cervino
lanza al aire su lamento.
Puigdemont no está contento:
pide cava y le dan vino.
Si aquí no cambian las cosas
—dice mostrando su enfado—,
puede que al cambiar de lado
cardos se tornen las «rosas».
Y con tono prepotente
agitando su flequillo
hablando de pillo a pillo
le recuerda al presidente:
si quieres seguir sentado
sobre la silla curul
con tu trajecito azul,
debes cumplir lo pactado,
que ya pronto es Navidad,
y esta vez ya no me engañas,
para adentrarse en España
el rey negro Baltasar
en el control de frontera
quiero poder decidir
quién ha de entrar y salir:
qué rey pasa y cuál espera.
Por no hablar de la amnistía;
que una vez que la has metido
olvidas lo prometido
y sigo aquí todavía.
Ni siquiera te conmueve
qué en lugar de canelones
deba comer mejillones
el día de San Esteve.
No digas que no avisé:
si tú quieres presupuesto
llena con más pan mi cesto
en vez de todos café.
Que donde ayer dije digo
quizá pronto diga Diego,
y no te quejes tú luego
de que no pactó contigo.
Soluciona estos asuntos
si quieres que, de la mano,
catalán y castellano
al ara vayamos juntos.
Recuerda que el veinticinco
es año que tiene rima;
puede ser que cambie el clima
y repiquen a difuntos.
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