Mi abuela materna, cuando quería subrayar que alguien era importante lo definía como «gente gorda».
«Hoy había en la plaza mucho jaleo. He preguntado y dice la María que no sabe quiénes son, pero que se nota que ha venido al pueblo “gente gorda”».
Imagino que, en una especie de metáfora, mi abuela, asociaba el aspecto sano y orondo de una persona directamente con su posición social, su cargo y, claro está, con la posibilidad de comer bien y de hacerlo, además, todos los días.
Otra coplilla popular, esta vez dedicada al clero, rezaba (nunca mejor dicho):
«Si los curas comieran chinas del río
no estarían tan gordos los tíos jodíos».
En clara referencia a que, a la mayoría de los que vestían la ropa talar, la sotana se les levantaba ligeramente por delante (¡Ojo! que les veo a ustedes venir) a consecuencia de una prominente barriga. Mi abuelo, esta vez el paterno, siempre me decía que en las bodas nunca me sentara a comer al lado del cura.
Hoy ya no se puede llamar gorda a una persona. Gordo es un insulto. Claro que, a mí, eso me lo enseño mi mujer hace ya muchos años. No existían las personas gordas; y al tratar de que yo recordara a una amiga suya —que estaba gorda—, y que yo no lograba identificar, me decía: «sí, hombre, aquella chica que tenía una mirada tan dulce».
Pero, como ya dije, hoy ya no se puede llamar a nadie gordo. Ni aunque se refiera usted a alguien importante, ya sea civil, militar, eclesiástico o mediopensionista. Hoy a la gente importante se la identifica por cómo se visten dependiendo de la ocasión. Por ejemplo, cuando visita una zona catastrófica la «gente gorda» se pone ropa Casual. Las mujeres llevan menos joyas y los hombres se quitan la corbata. Tienen mucho peligro las mujeres con ropa Casual y los hombres sin corbata. Porque puedes confundirlos con un midundi cualquiera y acabas hablándoles de tú y metiendo la pata. Y es que, en el fondo, a la «gente gorda» le sigue molestando que le hables de tú. Y más cosas.
Luego, cuando las aguas vuelven a su cauce, y la «gente gorda» regresa a su sitio en los hemiciclos, reaparece de nuevo la ropa de marca y la corbata. Ahí la diferencia se establece más en las mangas de la camisa: dependiendo del número de vueltas del remangado se está más a la izquierda o a la derecha. Y si ya se es muy radical no queda más remedio que ponerse una camiseta. ¡Ah! y en invierno envolverse al cuello una «Palestina».