Fallado el CONCURSO RELATOS «VÍCTOR CHAMORRO» 2025 a favor de Antonio Luis Vicente Canela
La vida del teniente coronel Canela: entre las operaciones especiales en Irak y la poesía en Alicante
Donde dije digo...
DE NUEVO LA BANANA
«Gente gorda»
¡Qué dura es la vida!
DESARME, ALTA VELOCIDAD Y…SUS CONSECUENCIAS
DINKS
Calafatear
Las elecciones y el «Efecto Casandra»
«Hasta el último ucraniano»
A la Bandera le da igual
As bestas
El Día de la Marmota
«Cambalache»
Los Reyes Magos y el anarquismo
¡Si hubiéramos ganado el Mundial!
Acción de Gracias
Fútbol y Derechos Humanos
¡Oiga, yo ni un duro…!
Querido Pablo
Los Cinco
Unidas...ya no Podemos
Proponer o no proponer...
El cencerro
La V invasión vikinga
El Metaverso
Transporte público
El Silbo gomero
El Emérito ¡eh!
Vaya racha
El faltoso
Un pelotón de soldados
No a los polvorones
Voluntad de Vencer
Habitación “suite”
Efecto Tanxugueiras
No queda, solo hay fila quince y detrás de la columna.
La "mesa" de Putin
Ponnos un güisqui
FILOMENA: EL FIN DE UN MITO
EL NEGOCIADOR QUE LO NEGOCIE...
NO SE PREVIÓ
FISCALIDAD PROGRESIVA
HACE MUCHO CALOR
EN MANOS DE DIOS
KEEP PRESING
PALABRAS PARA UN FIN DEL MUNDO
SHORT METTING
QUE LE PONGAN UN CRESPÓN A LA MEZQUITA…
Si, ya lo sé. Da un poco de vergüenza, al fin y al cabo son diputados electos: los representantes del Pueblo, los Padres de la patria. Pero no se preocupe, aunque reconozco que puede ser estéticamente incómodo, nada peligroso hay detrás de toda esa histriónica parafernalia de provocación por parte de unos, e indignación de los otros, en torno al pronunciamiento de las fórmulas de acatamiento a la Constitución; gestos vacuos, hierba para pastueños que, dóciles, toman la muleta incapaces de la mínima bravura al embestir, y más allá de ese minuto de gloria no hay nada. Como en la canción de La Lupe: “Teatro, lo tuyo es puro teatro, falsedad bien ensayada, estudiado simulacro…”
Su pretendido “valor” al bordear los reglamentos, se circunscribe al entorno en el que se saben totalmente seguros. Desprovistos de él, no son nada. Y es que la palabra, por sí misma, nunca otorga valor. Si acaso lo estimula cuando está bien pronunciada y expone un argumento ilusionante. Pero el verdadero valor debe estar ya ahí, donde nace, en las tripas, por eso el miedo nos hace vomitar.
El peligro, en cambio, es taimado, silencioso. No quiere alharacas ni timbales que anuncien su llegada. Se esconde en ignotos despachos, donde se negocian propuestas y concesiones inconfesables, y huye de la estética efectista que nunca le aporta rentabilidad.
Por otra parte ¿ha oído usted a alguno de los diputados que jurara, o prometiera, renunciar a su sueldo?, ¿a ese que le paga puntualmente el país represor el día uno de cada mes? yo tampoco.
¡Ah! que esto es demagogia.