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¡Qué dura es la vida!
DESARME, ALTA VELOCIDAD Y…SUS CONSECUENCIAS
DINKS
Calafatear
Las elecciones y el «Efecto Casandra»
«Hasta el último ucraniano»
De Odiseo a Proserpina
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As bestas
El Día de la Marmota
«Cambalache»
Los Reyes Magos y el anarquismo
¡Si hubiéramos ganado el Mundial!
Acción de Gracias
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¡Oiga, yo ni un duro…!
Querido Pablo
Los Cinco
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La "mesa" de Putin
Ponnos un güisqui
FILOMENA: EL FIN DE UN MITO
EL NEGOCIADOR QUE LO NEGOCIE...
NO SE PREVIÓ
FISCALIDAD PROGRESIVA
Todos… y todas, propios y extraños, se han lanzado, cual una jauría, a la yugular de los Iglesias&Montero por la compra de su nueva vivienda en Galapagar. Lamento tener que denunciar aquí que, en general, los análisis que he leído son bastante simplistas y sobre todo faltos de verdadero rigor científico: me explicaré.
El tipo de hábitat que los distintos grupos humanos han ido utilizando a lo largo de la historia de la Humanidad, va ligado a la evolución. Así en el Paleolítico las tribus, los clanes, ocupaban espacios colectivos en el interior de los cuales se distribuían por subgrupos (lo que hoy llamaríamos familias). Estos espacios se caracterizaban por tener muchas zonas comunes y muy pocas privativas.
Hasta nuestros días han llegado algunos ejemplos de estos hábitats como las tribus indias de Norteamérica, las de la selva amazónica, los nómadas del desierto, o determinadas islas de la Polinesia. En todos los casos el espacio dedicado al subgrupo es mínimo en comparación con las zonas comunes de las que disfruta el grupo.
Pero llegó el Neolítico e hizo sedentaria a la Humanidad y los espacios comunes fueron desapareciendo en beneficio de las parcelas (lo de la piscina y la casa de invitados era cuestión de tiempo). Los subgrupos querían disponer de zonas exclusivas en las cuales llevar una vida más discreta y sobre todo, poder copular sin que las lideresas de los otros subgrupos anotaran con rayas en la pared de la cueva las veces que lo hacías.
El avance no fue lineal, ya que posteriormente la generalización de la vivienda vertical supuso, de alguna forma, un nuevo retorno a la cueva paleolítica: subgrupos reunidos en pequeños espacios que conformaban otro superior con diferentes zonas comunes a compartir: portal, escaleras, azotea y cuarto de contadores.
En el siglo XX se producen nuevos intentos que intentan reproducir los hábitats neolíticos sobre la base del adosado y el pareado. Pero que en ningún caso consiguen superar la parcela independiente (esta vez ya sí, con piscina y casa de invitados).
Podemos, con líder y lideresa al frente, ha ordenado el abandono de la cueva paleolítica, de la tribu, ese sueño húmedo de Ana Gabriel que la sigue asaltando de vez en cuando en sus noches helvéticas. Y aunque el movimiento okupa mantenga ciertas reminiscencias de ese hábitat y se resista, el resto ha saltado ya a la parcela neolítica (de hecho la incorporación del huerto es un dato sustantivo y no menor del abandono de sus hábitos de cazadores recolectores). En breve aparecerá el “excedente” y con él una nueva revolución que los estratificará socialmente instalándolos definitivamente en la actual “Sociedad compleja”.
Otro elemento a tener en cuenta para el análisis es el espacial ¿Dónde sitúa la Historia el comienzo de la revolución neolítica? Pues en el “Creciente fértil”, o sea cercano a Irán (kilómetro arriba o abajo, tampoco hay que cogérsela con papel de fumar); lo cual reafirma mi planteamiento en la explicación científica de la evolución de los Iglesias&Montero.
Así que nada hay de extraordinario en el hecho que hoy llena portadas de los periódicos e incendia las redes sociales. Es evolución…sólo evolución.
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