Hasta el jefe más mediocre sabe que no hay que cambiar a los capitanes antes de una batalla. La tropa “huele” el miedo de sus mandos ante esas decisiones precipitadas de última hora y…desconfía, se resquebraja su moral de combate. A los capitanes, si fracasan en su misión, se les fusila; y si triunfan se les condecora. Entre el éxito y el fracaso hay, casi siempre una línea muy fina, apenas imperceptible, la mayor parte de las veces es cuestión de suerte.
Puigdemont se ha puesto nervioso. Ha visto como se resquebraja su atmosfera grupal y ha cesado a tres de sus Consellers: Interior, Educación y Portavoz, ¡Casi nada! Les ha agradecido los servicios prestados y los ha sustituido por tres incondicionales para “ganar cohesión interna”, ¿Es que hay cohesión externa? y eliminar así ciertos elementos centrífugos por otros más centrípetos que le garanticen que lucharán contra el Estado, esa fuerza “desintegradora”.
Está muy bien lo de que tus colaboradores sean incondicionales, pero tiene un riesgo, que con frecuencia sólo te dicen lo que saben que quieres oír, desaparece todo sentido crítico durante el proceso de Decisión y el discurso se vuelve endogámico. Es decir, que se pierde la capacidad de una comunicación libre y espontánea en beneficio de lo dogmático como esquema de actuación.
Suerte President…la vas a necesitar.