Es urgente que el independentismo catalán y especialmente su adalid, ilustren ya al mundo sobre hacia dónde hay que mirar, para ver con claridad el camino a seguir en nuestro errático vagar. Si resulta que la libertad, la democracia y la justicia no residen en España, tampoco en la Europa comunitaria donde todos los países miembros se han confabulado contra ellos; si el resto de naciones del orbe no los apoya porque responden exclusivamente a espurios intereses de… bueno, espurios. Entonces ¿hacia dónde ir? ¿dónde está el modelo?
Y es que el independentismo olvida (perdón me he “pasao”: no se puede olvidar aquello que se ignora), que en los estados, la justicia, la democracia y la libertad, no vienen determinadas nunca por la forma del estado, sino por el cumplimiento de los deberes del poder. (Samuel Pufendorf).
Esa pretendida ausencia de libertad, a la que constantemente aluden, olvida también que las acciones humanas sólo son verdaderamente libres cuando se vinculan a una norma o a una ley superior desde la que se puede apreciar la bondad o maldad moral de la acción. Así, la ley, su cumplimiento, es una base insustituible, ya que sin ella la condición natural del hombre es tan solo social y no política. El paso a la comunidad política se produce sobre la base de la jurisdicción y la fuerza coactiva de las leyes. (Francisco Suárez).
Pero el conjunto de las ideas que sustentan al independentismo ha optado por la simplificación y la exageración; no es de extrañar, ya que ambas son características de las doctrinas oficiales enseñadas en forma de catecismo. Cumplen así la norma de que las teorías que quieran convertirse en ideologías de un movimiento político o en la doctrina oficial de un estado, deben prestarse a la simplificación para el beneficio de los simples y al comentario sutil para halagar a los sutiles. De tal forma que han conseguido que la atención haya pasado (como decía Kaplan) del contenido a la forma, y resulta que la virtud se ha convertido ahora en la ejecución correcta de una secuencia fija de actos.
Y mientras tanto, el expresidente Puigdemont ha hecho suya la frase que Cesar Borgia grabó en la hoja de su espada: “Aut caesar aut nihil”; y a la manera de un líder bananero opta ahora por intentar perpetuarse en el Poder.