Jue 14 febrero 2019
De lo trifálico
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Dice Lola Delgado, ministra de Justicia, de momento, que la Derecha se ha vuelto trifálica. Más allá del lógico entusiasmo inicial por el subyacente incremento de la virilidad que esto podría suponer — sueños húmedos incluidos—, no sé yo si al final es buena cosa, ya que la naturaleza nos dotó de apéndices simples o dobles, pero nunca triples. Es más, el exceso de apéndices en el cuerpo, lejos de ser considerado como algo meritorio, ha sido siempre motivo de burla o escarnio.  Así que, inicialmente, una figura trifálica no parece que vaya a despertar demasiado entusiasmo estético.

La naturaleza, que inicialmente no se fiaba mucho de nosotros como especie, en los casos en los que algo debía ser percibido optó por doblar nuestras capacidades y adoptar una distribución simétrica; y así nos puso dos ojos para poder calcular la distancia a la que se encontraba un objeto, dos orejas para percibir el peligro y poder saber si el riesgo venia de la Izquierda o de la Derecha, dos piernas para salir corriendo en caso necesario, y dos brazos para alzar uno u otro en función de nuestras preferencias  políticas. Nos dio también dos narices (unidas en solo apéndice, pero dos) para percibir si los efluvios percibidos denotaban aquiescencia conyugal o rechazo (lo de Eau Sauvage lo acabaría complicando todo mucho más). Y a las hembras, dos senos para garantizar el alimento de los neonatos, luego nosotros le fuimos añadiendo más funciones.

Pero nos puso una sola boca; todavía la naturaleza no sabía que un día la utilizaríamos para hablar, ya que su plan inicial era que sirviera solo para alimentarnos y como mucho poder chuparnos unos a otros. Nos dio también un solo falo o vulva, según los casos, no tres, ni dos: uno, aunque en el caso de los varones se permitió una pequeña locura y lo adornó con dos gónadas.

Así que no resulta difícil deducir de un análisis rápido y por ende superficial, que todo aquello que nos sirve para percibir es doble: ojos, oídos, narices, y lo que tiene como función dejar entrar o salir algo de nuestro cuerpo es simple: boca, pene/vulva. Los senos se quedarían en una tierra de nadie, pero ya he explicado que su multifuncionalidad los ha elevado de estadio.

Se me olvidaba: la sabia naturaleza nos dio también un solo culo. Tampoco imaginó lo mucho que daría de sí la cosa.

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