Mopongo
Eso lo sabe el más lerdo
El primo de Zumosol
Donde dije digo...
DE NUEVO LA BANANA
«Gente gorda»
EL DIPUTADO ERREJÓN
¡Oh, tú!, Amnistía
A Sísifo
De tomates, y otras frutas y hortalizas
¡Qué dura es la vida!
DESARME, ALTA VELOCIDAD Y…SUS CONSECUENCIAS
DINKS
Calafatear
Las elecciones y el «Efecto Casandra»
«Hasta el último ucraniano»
De Odiseo a Proserpina
A la Bandera le da igual
As bestas
El Día de la Marmota
«Cambalache»
Los Reyes Magos y el anarquismo
¡Si hubiéramos ganado el Mundial!
Acción de Gracias
Fútbol y Derechos Humanos
¡Oiga, yo ni un duro…!
Querido Pablo
Los Cinco
Unidas...ya no Podemos
Proponer o no proponer...
El cencerro
La V invasión vikinga
El Metaverso
Transporte público
El Silbo gomero
El Emérito ¡eh!
Vaya racha
El faltoso
Un pelotón de soldados
No a los polvorones
Voluntad de Vencer
Habitación “suite”
Efecto Tanxugueiras
No queda, solo hay fila quince y detrás de la columna.
La "mesa" de Putin
Ponnos un güisqui
FILOMENA: EL FIN DE UN MITO
EL NEGOCIADOR QUE LO NEGOCIE...
NO SE PREVIÓ
FISCALIDAD PROGRESIVA
Ayer falleció Roger Moore, uno de los míticos 007. Anteayer, la ciudad de Manchester sufrió un atentado terrorista que ha destrozado para siempre la vida de muchas personas, algunas muy jóvenes, con toda la vida por delante.
Los 007 encarnan la soberbia de Occidente en la lucha contra el Mal. Un mal que procedía casi siempre del otro lado del Telón de Acero. En solitario, con apenas un arma corta y sin despeinarse, los 007 se enfrentaban a enemigos mucho más numerosos, eliminaban complots para destruir el mundo, desactivaban bombas nucleares en el último segundo, evitaban magnicidios y al final…siempre se quedaban con la chica. Pero el mundo estaba seguro.
Yo crecí con esos 007. Los veía cada miércoles por la tarde en el cine de mi barrio alternándolos con los western en los que unos pieles rojas, sospechosamente mejicanizados, cercaban a la caravana de colonos y en un círculo perfecto, giraban con sus mustangs alrededor de la misma, lanzando flechas y tomahawks. Pero al final siempre llegaba la Caballería y un inmenso John Wayne rompía el círculo mortal; los pieles rojas huían y, después…también él se quedaba con la chica. Pero el mundo estaba seguro.
Yo, al igual que el resto de mi generación, crecimos creyendo que siempre estarían ahí 007 y la Caballería. Por eso cuando hoy un joven fanatizado, también en solitario, es capaz de matar con una simplicidad increíble, no encontramos respuestas.
Occidente tiembla bajo la amenaza de un terrorismo que mediatiza la vida normal de los ciudadanos. Y las calles se llenan de policía y se despliega al ejército y cada espectáculo de masas (o no de tantas masas) se vuelve un potencial objetivo; y las fiestas, los paseos del domingo por la tarde, los conciertos en pequeñas salas, y los mercadillos…La gente tiene miedo porque no entiende qué es lo que está pasando y yo me pregunto: ¿Dónde está la Caballería?
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