Anda el personal algo inquieto estos días por la noticia de que un científico chino dice que ha conseguido que nazcan seres humanos con el genoma modificado. He Jiankui, que así se llama el chino, puede que mienta o puede que diga la verdad, pero para el objeto de este artículo eso es irrelevante, ya que no tengo dudas respecto a que la modificación genética de los seres humanos formará parte de un futuro inmediato, y será tan solo uno de los muchos cambios que la era digital seguirá incorporando a la vida de las sociedades más avanzadas.
Mi fe en la capacidad de superación de las dificultades por la raza humana, es ilimitada. La Humanidad nunca ha ido hacia atrás. Ha habido, es cierto, periodos de la Historia en los que determinadas contraculturas han supuesto un retroceso (mejor un retardo) en la evolución de las sociedades; a veces periodos oscuros que han durado demasiado tiempo; bueno, demasiado según nuestra particular concepción del tiempo, pero afortunadamente éstas terminaban recuperándose.
Y es que no es cierto aquello de que “todo tiempo pasado fue mejor”; eso es una falacia que repetimos los mayores de una forma directamente proporcional a los años que vamos cumpliendo. Es la envidia que sentimos de una juventud que va a vivir en un mundo que nosotros ya no tendremos, y por tanto que, a veces, decidimos no intentar ni siquiera entender.
No es necesario más que analizar la Historia y comparar la modificación genética de un ser humano con determinados cambios como fue por ejemplo la imprenta. ¿Le parece a usted una exageración? Pues mire, en la sociedad europea del siglo XV, el hecho de que un texto dejara de ser necesariamente manuscrito, es decir limitado a las veces que unos monjes en un convento podían copiarlo a lo largo de su vida, y su elaboración se industrializara para ser reproducido tantas veces como tinta y papel dispusiera el impresor, supuso, entre otras cosas, que los exégetas dejasen de ser los únicos con capacidad para explicarle a los demás lo que ponía la Biblia. Vaya, que uno podía decidir si lo que leía (los que sabían leer claro está) en el texto sagrado le convencía, o no. Oiga, que en la sociedad medieval la gente iba a la hoguera por eso. Oiga, que los estados de Europa se estuvieron matando dos siglos en guerras de religión por la interpretación de lo que ponía la Biblia. De hecho, la Reforma Protestante de Lutero, no hubiera sido posible sin un estrecho “maridaje” con la imprenta.
A He Jiankui, le dicen que sus investigaciones platean “serias cuestiones éticas”, y que la forma no se ajusta a la pulcritud que se espera de una investigación científica. Pues es posible que tengan razón aquellos que lo critican: yo no lo sé.
Pero descubrimientos como la energía nuclear no fueron demasiado “éticos” inicialmente y hoy es una energía de la que, de momento, no se puede prescindir.
Por eso, se me ocurre que viene a cuento citar aquí la frase con la que Pedro Crespo contesta al rey en El Alcalde de Zalamea, cuando éste le acusa de darle garrote al capitán y no degollarlo, como le correspondía: “Que importa errar lo menos quien ha acertado lo más”.
Así pues, el hecho de que ahora un científico chino haya conseguido “escribir” algo en nuestro genoma de forma que lo modifique, me parece solo un paso más en un mundo que, afortunadamente, nunca dejará de sorprendernos.