Parece que en Bélgica han saltado las alarmas por el elevado número de padres que están decidiendo criar a sus hijos en el veganismo. Las autoridades sanitarias han tomado cartas en el asunto y han encargado un informe a un grupo de médicos que han sido tajantes en su veredicto: el veganismo supone “un régimen restrictivo que entraña carencias inevitables y necesita el seguimiento permanente de los niños para evitar retrasos irreversibles en el crecimiento”
Pero no voy a criticar el veganismo, a pesar de que soy practicante de una dieta omnívora, que por cierto ha conducido a la humanidad hasta aquí, y de que no estoy muy seguro de que cambiarla en una generación convirtiéndonos en herbívoros, sea muy saludable. Voy a escribir sobre por qué algunos “ismos” en el momento actual, se expanden y triunfan en las sociedades occidentales.
Animalismo, ecologismo radical, veganismo en sus distintas variedades, nacionalismos de distinta factura, fundamentalismos, nuevas formas de fascismo y un largo etcétera de “ismos”, están recibiendo la adhesión entusiasta de una parte importante de la sociedad.
Políticos de todo signo, con el auxilio incondicional de los MCS, han sabido entender, o se lo han explicado, que los “ismos” son mucho más rentables en votos que las preocupaciones del ciudadano corriente, lo que se conoce como la mayoría silenciosa, (Término acuñado por Nixon durante la Guerra de Vietnam) y que no suele ser portada de telediario. Por su parte, esa mayoría silenciosa ha desarrollado una incomodidad frente al qué dirán que la impele a situarse, al menos paralela, con lo políticamente correcto y diseñado por una activa ingeniería social. Y es que la mayoría no se vuelve silenciosa por casualidad, sino porque hay activas minorías resueltas a imponer sus criterios hasta que estos predominen.
Los “ismos” están apoyados por minorías. El apoyo a esas minorías ha sido ampliamente estudiado por los politólogos, y se basa en que el individuo que pertenece a una, vota en función de las promesas que recibe de un determinado programa de partido como miembro de esa minoría, y no contempla, o subordina, el resto de los asuntos que le afectan como ciudadano.
La difusión de la información a través de la televisión es también un elemento importante en el apoyo a las minorías, ya que, al margen del sesgo que pueda existir en la información, las cámaras de TV., captan generalmente planos más bien pequeños, de forma que cuando les interesa los MCS., elevan a la categoría del Todo lo que casi siempre es tan sólo una Parte. Las redes sociales abundan, más si cabe, en el asunto, y así es frecuente escuchar que se ha hecho viral determinada foto, vídeo, meme etc., cuando realmente la supuesta viralización es difícilmente dimensionable por el ciudadano.
La militancia en los “ismos” conlleva una contrapartida bastante directa, positiva o negativa, eso es irrelevante para la satisfacción provocada por el acto mismo de la militancia: Los mártires cristianos que morían en el circo romano, las brujas que eran quemadas en la hoguera y los que son apaleados hoy por la policía en una manifestación no autorizada, tienen un lugar común.
Sin embargo, los “ismos” no han conquistado ningún espacio; son espacios que se quedan vacíos y ellos simplemente los “okupan”. Ese espacio lo llenaban en la sociedad Occidental en una parte muy importante las religiones, y los “ismos” apareciendo precisamente con la fuerza de aquella religión primigenia manifiestan hoy su total intolerancia para con cualquier tipo de “pagano”.
Qué el individuo es un ser espiritual es algo que está fuera de toda duda. Pero las religiones y las prácticas que conllevan, han desaparecido o se han visto muy mermadas como actividad social. La secularización en la mayoría de los casos ha sido causada por la obsolescencia y la falta de capacidad de la religión para reaccionar ante los cambios sociales. En el caso particular de la iglesia Católica es especialmente incomprensible, ya que en su proceso de creación, hace dos mil años, supo ver con claridad que su éxito dependía de adoptar y adaptarse a las prácticas paganas ya existentes en aquellas sociedades en las que predicaba. El calendario litúrgico es un buen ejemplo, ya que lo único que hizo fue cambiar el nombre de las celebraciones pero manteniendo éstas. Otro ejemplo es el sincretismo que se impuso en muchas de las prácticas religiosas de África o América.
El Poder establecido también supo inicialmente verlo con claridad y apoyó y alentó el cambio, sumándose a la nueva doctrina a la que previamente había perseguido.
Pero la progresiva institucionalización de las religiones y su carácter obligatorio, actuaron en detrimento de las mismas y a favor de una espiritualidad que es vista como una opción personal, no impuesta y desde luego mucho menos codificada, y hoy la religión está siendo vencida por el relativismo sociocultural que acepta de forma mayoritaria un relativismo moral-normativo.
Algunos de estos nuevos “ismos” son vividos con una intensidad tóxica, ya que si bien no son negativos en sí mismos, sí lo son por sus consecuencias. En el caso de la noticia con la que iniciaba este artículo, no es preocupante que una persona decida ser vegana, sí lo es si su militancia impide que su hijo se desarrolle correctamente, haciendo suya la falacia naturalista: “Lo natural es intrínsecamente bueno, y lo artificial siempre es malo”.
Otros “ismos” en cambio han contaminado incluso espacios que han estado tradicionalmente en contra de cualquier tipo de intolerancia, como las universidades, que en algunos casos han sido cooptadas por radicales que imponen y terminan extendiendo a la sociedad, postulados como la falacia de las mayorías democráticas: “Si es democrático es, necesariamente, bueno”, cuando lo que una mayoría democrática valida es exclusivamente la legalidad, nunca la moralidad.
Así pues, el ciudadano debe seguir conquistando y manteniendo ocupados los espacios que le son inherentes como miembro de una sociedad dinámica, tanto en el plano político como en el social; y en ningún caso debe tolerar la “okupación” de esos espacios por parte de los “ismos” que configuran las minorías excluyentes.