No nos engañemos: lo único que verdaderamente les importa a los habitantes de Gran Bretaña, de Gibraltar, son los monos. Los llanitos…bueno, realmente no los consideran verdaderamente ingleses, y además hace ya tiempo que les dijeron que tenían que buscarse las habichuelas, que la metrópoli no enviaba más dinero del contribuyente a la Colonia. ¡Y vaya si se espabilaron!: juego, contrabando de tabaco, baja (casi nula) fiscalidad, tráfico de divisas…sólo por citar algunos de los “florecientes” negocios que se desarrollan al otro lado de la Verja.
Así que aparte de unos cuantos funcionarios, el resto de sus 35.000 habitantes no son sino andaluces, que en cuanto los dejas se pirran por pasarse a la Línea de la Concepción a tomar fino y comer pescaito (pescado de verdad no el fish and chips). De hecho su Primer Ministro pasa con mucha frecuencia a una de sus casas en Soto Grande.
Pero la pervivencia de los monos, en la más pura tradición supersticiosa inglesa, es la garantía de que el Peñón seguirá siendo británico. Es muy conocida la anécdota de Winston Churchill, cuando tuvo que ordenar una repoblación de monos en plena Segunda Guerra Mundial, ante la más que probable desaparición de la colonia de macacos.
Que poco se imaginaba Tarik, cuando en el 711 se lio la chilaba a la cabeza y se plantó en Algeciras, que la montaña que bautizarían con su nombre sería motivo de polémica por los siglos de los siglos.
En fin, que Michael Howard puede estar tranquilo, que no hay que temer nada de momento, y Gibraltar seguirá siendo la última colonia de la Pérfida Albión, ya que ahora hay mucho “primate” en la Roca.