Es un mundo que yo no veré. La mayoría de ustedes tampoco; quizá los más jóvenes, pero me da igual porque sería un mundo en el que no me gustaría vivir. La distopía de Orwell será una broma comparada con lo que se nos viene encima.
No hay más que echarle un vistazo a la prensa para ir atando cabos de por dónde van los tiros: el 5G nos hiperlocalizará; los avances genéticos eliminarán el proceso clásico de reproducción, conduciéndonos en un futuro lejano a un ser (omito lo de humano) asexual; una inevitable adscripción política será la única regla moral; el juicio social a través de las redes, será el que determine la culpabilidad o inocencia; la verdad absoluta podrá ser determinada; las minorías seguirán condicionado, cada vez más, a las mayorías (éste y no otro es al auténtico logro de los MSC y de las Redes). En fin, nada que no pueda adivinarse ya hoy.
Si al individuo le queda hoy algún resquicio de libertad, será anecdótica en el mudo que viene. Cuando hablo de libertad no me refiero solamente a la libertad física, esa doy por sentado que desaparecerá completamente:¿cómo puede hablarse de libertad si “alguien” sabe siempre dónde voy, dónde estoy, con quién he estado, que he comido, que libros leo y pongan ustedes todos los etcéteras que se le ocurran. Pero las otras dos libertades que acompañan a la física, la intelectual y la moral (Schopenhauer: Los dos problemas fundamentales de la ética), desaparecerán completamente. De hecho la libertad moral será la primera.
La cultura clásica griega, seguramente la sociedad más libre que haya existido, no concebía la libertad si el individuo estaba sometido a la necesidad o el trabajo. La necesidad era la causa de que no se pudiera participar de la vida social y política, por ello quedaba relegada para los esclavos y los artesanos. El hombre libre no podía ejercer su libertad si estaba condicionado. Hoy los conceptos de necesidad y trabajo ya no se corresponden con la interpretación que le otorgaban los clásicos. “La Edad Moderna convirtió a toda la sociedad en una Sociedad de Trabajadores” (Hannah Arendt: La condición humana). Pero ¿qué ocurrirá cuando esta Sociedad de Trabajadores no tenga trabajo? ¿De verdad creen ustedes que el actual modelo es sostenible? El modelo de trabajo de ocho horas diarias, cinco días a la semana, once meses al año, está en vías de extinción, y antes de lo que creen. ¿Qué haremos entonces?
La respuesta es que en una sociedad auténticamente libre, el reto sería recuperar el sentido clásico de la libertad, obviamente no sobre la base de la esclavización de otros seres humanos, sino de la de las máquinas. Pero para que esto ocurriera deberíamos ser capaces de conservar nuestra libertad intelectual y moral. Esa nueva sociedad, igualmente distópica, sería una sociedad de personas iguales, no sometidas al gobierno de nada ni de nadie, ya que la necesidad de ser gobernados es solo para aquellos que no pueden relacionarse en libertad (esclavos-máquinas). De ahí que la primera función de la distopía que viene sea, una vez eliminada la libertad física, la de eliminar nuestra libertad moral, ya que esta le otorga la capacidad de hacer lo que el individuo cree correcto (o bueno) frente a lo socialmente conductual.
El postrer paso será la eliminación de la Libertad Intelectual; ya más sencillo pues habrá sido allanado por la desaparición de las libertades física y moral: si toda mi libertad física está bajo control y la libertad moral condicionada por lo conductualmente correcto, el único rescoldo intelectual será lo que en las teorías irracionalistas de Schopenhauer se denominaba Apologética Indirecta: si todo esta predeterminado, cualquier actividad social y política carece de sentido y el pesimismo conformista es la única salida que le queda al individuo.
Pero aquella sociedad griega de hombres libres e iguales, no estaba exenta de peajes. El ciudadano debía garantizar la defensa de la misma y estar dispuesto a arriesgar su vida para ello. Por eso solo los hombres libres podían combatir en el ejército. Nada más opuesto al arraigado sentimiento individualista que eleva lo privado (íntimo) por encima de lo público. Así, un excesivo aprecio por la vida era un síntoma inequívoco de necesidad. Hoy día en cambio, “necesidad y vida están tan íntimamente relacionadas que la propia vida está amenazada allí donde se elimina por completo la necesidad.” (Hannah Arendt: La condición humana).
¿Será ese ciudadano del futuro capaz de luchar por su libertad?