Tenemos enfadado al gremio de panaderos por uno de los refranes que atañe a su obra maestra: “Pan con pan comida de tontos”.
Vaya por delante mi profundo respeto y admiración por los artesanos del pan. Pocas cosas tan estimulantes como el olor del pan recién hecho al pasar por delante de una tahona; o el recuerdo de cuando cada quince días se amasaba en casa de mis abuelos y los rapaces nos arremolinábamos en la boca del horno para “mendigar” un trozo de pan caliente.
Pero, desde mi punto de vista, nuestros insignes artesanos no tienen razón en lo que concierne a su reivindicación frente a la RAE de eliminar el refrán. Los refranes no son ni buenos ni malos: son. Y se usarán o se dejarán de usar y caerán en el olvido de una forma progresiva, por agotamiento. En este caso el refrán ha trascendido con mucho al consumo de una clase de pan con otra u otro producto que lleve sus mismos componentes. Ya que se utiliza principalmente en el lenguaje corriente para evidenciar lo negativo de una situación monótona, no solo en el plano alimentario, que también, si no en las relaciones sociales, personales.
Abrir esa puerta sería cuestionar el aserto de otros muchos refranes como por ejemplo:
Dios le da pan al que no tiene dientes. ¿Deberían los dentistas enfadarse, ya que se sobreentiende que si te cuidas correctamente la boca y conservas todos tus dientes no tendrás pan?
A buen hambre no hay pan duro. ¿Debemos entender que más allá de la calidad del pan, lo que ocurre es que el potencial consumidor no está lo suficientemente hambriento para apreciarlo?
Las penas, con pan son buenas. ¿Hay penas que se vuelven buenas si como pan?
Los duelos con pan son menos. ¿Deberían los psicólogos incluir en sus terapias el consumo de pan?
Ni mesa sin pan ni mocita sin galán. ¡No me gustaría a mí tener que defender este refrán frente a un colectivo feminista!
Pan para hoy, hambre para mañana. ¿Para que comprar pan hoy, si mañana estaremos de nuevo hambrientos?
Quien da pan a perro ajeno pierde pan y pierde perro. ¿Sólo debemos alimentar a un perro si es nuestro?
En fin, como puede verse hay todo un rosario de refranes que no se pueden, ni se deben, interpretar al pie de la letra. Los refranes tienen sentido cuando se introducen en el discurso; en caso contrario nos ocurriría como a los “guiris” que cuando aprenden español sufren lo indecible para interpretar nuestros refranes, precisamente por querer hacerlo de una forma lógica acorde con su literalidad.
Yo sugiero a los artesanos del pan, que en lugar de “rebelarse” contra este refrán, publiciten otro, no menos conocido que dice: Dame pan y dime tonto.