Jue 14 noviembre 2019
PACO, TRÁETE UN COLCHÓN NUEVO
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Si la cosa sale bien, – es una forma de hablar –  se avecina un nuevo cambio de colchón en La Moncloa. Es cierto que no cambiaría el usuario principal, pero sí su ‘muy mejor amigo’. Así que el suministrador oficial de colchones para el Palacio, debe de estar frotándose las manos con tanto cambio. Y es que tras una dura jornada de trabajo, – sigue siendo una forma de hablar – no hay como estirarse un poco en la cama y dar una cabezada para despejarse. Luego las cosas se ven de otra manera: dónde va a parar.

La almohada lo arregla casi todo. De hecho, una de las primeras cosas que aprendías cuando debutabas en eso de ser marido era que la cama no debía ser nunca demasiado ancha, que no quedara más remedio que tocarse. Y cuando pintaban bastos, te arrimabas haciéndote el loco. Luego una cosa llevaba a la otra y…bueno ustedes ya me entienden.

Es bien conocido el aforismo que previene de que ‘hay que elegir bien a los compañeros de cama’, ya que las infidelidades, aunque sean políticas, son peligrosas y siempre tiene uno que estar dando explicaciones:

  • ¿Cómo que no vienes a dormir? ¿Y te quedas ahí? Pero si no te has llevado ni pijama. Pues yo he estado esta mañana con Pedro y no me ha dicho nada. Vale, vale, que sí, que no me importa.

Cuando tu pareja dice eso de: vale, vale, date por jodido.

Tampoco le arriendo la ganancia al inquilino del palacete -¿Se firmará contrato de tres o de cinco años?- que también tiene que andar dando explicaciones.

  • Cariño, ¿no te importa dormir esta noche en el cuarto de invitados? es que quiero terminar de ver unas cosas con Pablo y no queremos molestarte.
  • Vale, vale, no te preocupes. – Les suena ¿no? –

Yo creo que en eso de no querer dormir en el mismo colchón en el que tu pareja ha dormido con el ‘otro’ o la ‘otra’, hay algo atávico. Un cierto primitivismo, como de animal que va oliendo una y otra vez todos los rincones de la cueva y meando por las esquinas esperando encontrar rastros de ajenas feromonas. Y es que la gente es muy susceptible con eso de los colchones. Una tontería, ya ve usted. Porque nadie se solivianta por dormir en un hotel en el que duerme cada noche una persona diferente. Pero claro, es ése un territorio neutral en el que incluso la infidelidad, no adquiere los tintes de dramatismo como cuando se profana el lecho conyugal:

-¿En nuestra cama? ¿Cómo has podido? – Y resultó que ‘Sí se pudo’ -.

En fin, no sé lo que durara el romance. Bueno, ni yo ni nadie. Pero en cualquier caso piense usted que siempre habrá quien se alegre de una nueva mudanza cuando llamen de La Moncloa y le digan: – Paco, tráete un colchón nuevo.

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