Paco y olé

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Ya no quedan casi pícaros de iglesia en este País. Paco, Paco Sánchez, el hombre de los dos mil tumores, habría sido un gran pícaro de iglesia. Con su lastimera voz, con su enfermizo aspecto, hubiera rogado la limosna de forma que habría resultado difícil negarle unas monedas.

Galdós en su obra Misericordia, retrata magistralmente la mendicidad del atrio de los templos en la España de finales del XIX; sus jerarquías, sus intrigas…Paco hubiera encajado en ese mundo como anillo al dedo. Sus interpretaciones están a la altura de las que realizan, en esa gran película de Pedro Lazaga “Los tramposos”, un soberbio Tony Leblanc y su partenaire (Mariano Ozores) dándole el timo de la estampita a un paleto en las cercanías de la estación de Atocha.

Hace unos días escuchaba a un representante de la Policía Nacional, decir que el timo, la estafa, se había convertido en algo anodino: un individuo en cualquier parte del planeta, lanza desde un ordenador millones de mensajes que contienen un timo y a esperar el tanto por ciento inevitable de ingenuos. “Ya no hay arte en la estafa” decía el representante de la ley y el orden. Pues no es cierto. Ahí está Paco, Paco Sánchez con sus dos mil tumores, para demostrar que el mundo del Buscón, del Lazarillo, de Guzmán de Alfarache está más vivo que nunca.

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