Llevo mucho tiempo analizando detalladamente todas y cada una de las circunstancias en las que se envuelve el desarrollo de los debates del Congreso de los Diputados, y creo que, finalmente, estoy en condiciones de afirmar que hay una incorporación urgente en la mecánica de los mismos que puede ser significativamente crucial. No se alarmen, no voy a hablarles de un nuevo sistema de votación o de cálculo de mayorías, ni siquiera de distribución de sus Señorías en el Hemiciclo, ya que cualquier seguidor de los debates parlamentarios, sabe que nunca la tribuna es sino la escenificación de una ópera bufa, a veces con mayor o menor gracia. Es algo que, aunque más prosaico, conduce el debate, la réplica, la contrarréplica y hasta la coda final. Se trata del proceso que consiste en la aportación primero y la posterior sustitución del vaso de agua en la tribuna del orador.
Expongo brevemente mi análisis:
Cada vez que el atril es ocupado por un orador distinto, un ujier aparece por la parte derecha con paso firme y decidido. Porta en la mano una bandeja (quiero suponer de plata o alpaca) cubierta por un níveo paño y sobre él un sencillo vaso lleno de agua. Es éste un momento especialmente delicado, ya que el orador acaba de subirse al estrado y a lo primero que ha de atender es a esa persona que se le acerca y sin mediar palabra deposita a su derecha un vaso lleno de agua. Muchos beben inmediatamente, no porque tengan realmente sed, sino porque llegan con el calentón que les ha provocado el discurso del orador precedente, que si pudieran lo que realmente harían seria tirarle el vaso de agua a la cabeza.
Pero ¿es esto igual en todos los casos? Rotundamente no. Si el diputado ocupa un escaño alejado del atril (en el gallinero), el ujier tiene tiempo de retirar el vaso anterior y remplazarlo por uno “nuevo” antes de que éste comience su perorata. No es así cuando el diputado ocupa un escaño próximo a la zona desde la que “se manda”, mucho más cercana y que permite autoelevarse rápidamente al facistol.
Esto tiene para el ujier una consecuencia importante: en el primer caso su trabajo permanece anónimo para el público, ya que el realizador de la TV suele aprovechar para hacer un plano general, a veces cenital, a ver si pilla a alguno de los diputados jugando al Candy Crush, pongamos por caso, y no lo capta; tampoco lo observan sus Señorías, enfrascadas en el móvil. En cambio en el segundo caso, el acto queda inmortalizado por la captura de la imagen (sus Señorías siguen mirando el móvil).
Y ustedes dirán ¿y qué importancia tiene que el ujier salga, o no, por la tele llevando el vaso de agua al atril? Menuda gilipollez. En fin, aunque es bastante elemental, me detendré en la explicación: Cuando el ujier realizando su trabajo en beneficio del orador no sale en la tele, estamos ante una alienación del trabajador desde el punto de vista del más puro marxismo teórico; en cambio, cuando sale en la tele, el ujier accede a un estadio superior, ya que su trabajo, más allá de la mera acción mecánica, se ve publicitado, por lo que aunque la acción sigue siendo la misma y el destinatario de su fuerza de trabajo también la difusión pública y notoria de su imagen se aproxima bastante a lo que Thornstein Veblen denominaba Ocio Vicario.
Así que, como ya manifesté anteriormente, creo que es urgente que se tomen medidas al respecto y se sustituya este opresor y arcaico sistema por la instalación de una máquina dispensadora de agua, situada próxima al atril y de la cual cada orador pueda suministrar la cantidad que considere conveniente.
También mejoraría el sistema, y poder así controlar desde la Presidencia de la Cámara a los oradores con afán de predicadores, la implementación de un control del grifo del agua, de tal forma que pudiese ejercerse la violencia legítima para la que está facultado cualquier Estado, y cerrar el tajo-segura a voluntad.
Por último y en cumplimiento de la inminente entrada en vigor de la normativa europea sobre la eliminación de plásticos de un solo uso, creo también que cada diputado debería acudir al estrado con su vaso, que, obviamente, debería ser proveído a la vez que la tableta y el iPhone al principio de la legislatura en el momento de recoger su Acta y con cargo al erario.
PD: El vaso podía grabarse con la fecha de la Legislatura y dejárselo de recuerdo al diputado cesante, en su caso, al final de la misma.