Santificarás las fiestas

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Hay gestos en la Historia que han supuesto profundos cambios socioculturales: Moisés rompió las Tablas de la Ley cuando bajó de su retiro en el monte, para demostrar que no estaba de acuerdo con lo que Dios había permitido durante su ausencia. Julio Cesar cruzó el Rubicón, y su acción fue el principio del fin de la república en Roma. Lutero clavo su tesis en la puerta de una capilla en Wittenberg, y los cimientos de la Iglesia Católica se estremecieron.

José Téllez, teniente de alcalde del ayuntamiento de Badalona, rasgó una sentencia judicial prohibiendo abrir el consistorio en un día festivo (lo de menos es que fuera la Fiesta Nacional) y franqueó la entrada al mismo a los ciudadanos.

Creo José, que no eres plenamente consciente de la caja de pandora que has abierto con tu gesto. Los ayuntamientos españoles, y en general toda la Administración Pública, tienen una larga tradición de inoperancia, no ya los días festivos, si no los laborables. Ya lo inmortalizó Mariano José de Larra en su “Vuelva usted mañana”. Y tú, José, te has atrevido a desafiar esa inercia exhortando al trabajo en un día festivo. ¡Ah, qué bien te hubieras llevado con Lutero, y con Calvino! Ellos, que nos convencieron de que para “salvarse” en vez de santificar las fiestas había que trabajarlas. Y con Max Weber, que en su “Ética protestante y espíritu del capitalismo” nos decía que si el banquero te oye trabajar a las cinco de la mañana se quedará tranquilo, pero si te ve jugando al billar…Y eso que el mismo Dios reconoció que después de currar seis días creando el mundo, necesitaba un día de asueto; Él, que fue capaz de sacrificar a su propio hijo, no quiso cargase un día festivo.

Pero tu inconsciencia ha ido mucho más allá, José; has atentado contra algo mucho más sagrado que todo lo que hasta ahora te he mencionado. Porque un día festivo, no laborable, es mucho más que ir o no a trabajar. Es despertarse, no porque haya sonado la alarma del móvil, sino porque el vecino se ha puesto a cortar el césped a las ocho de la mañana (casta), o porque el dueño del bar de abajo (gente que se parece a la gente)  ha puesto “Paquito el chocolatero” en el altavoz que da a la terraza. Es cuando al plantearse saltarse los preliminares con tu mujer (casta) o con tu pareja  (gente que se parece a la gente) porque a las nueve empiezan “las motos”, ella en un acto de despiadada maldad te dice: déjalo, si de todas formas hay que darle un repaso a la casa, que hoy viene tu madre a comer.

Yo, José, comprendo tu indignación ante la orden del juez. Y el acto de rasgarla como un Moisés justiciero destruyendo el becerro de oro. ¿Chulería? ¡No, indignación José, indignación! Porque yo también he rasgado las cartas de Hacienda, o las multas de tráfico, en aras de insumisión al Sistema. Claro que después tenía que recoger los pedazos y pegarlos para llevárselos al gestor (casta) o a mi cuñado (gente que se parece a la gente) para que se ocupara del asunto.

En fin José, qué quieres que te diga, valoro tu gesto, de verdad, pero creo que serás un incomprendido. Tal vez en un futuro…y si no los chinos, mira, esos abren todos los días.

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